30/08/2012 - Red Voltaire - Alfredo Jalife-Rahme - Los Occidentales se olvidaron de tomar en cuenta y evaluar a su justo
valor el regreso de Egipto en la escena internacional y más precisamente
en el ámbito geopolítico, en una región que es actualmente muy
sensible. Tampoco quisieron ver y aceptar el fracaso de su política de
«containement» sobre Irán y la habilidosa diplomacia de Teherán para
sacar a la cofradía de la Hermandad Musulmana de la influencia de Arabia
Saudita. Nuestro colega Alfredo Jalife detalla esta rápida evolución
que cambia en gran parte las relaciones de fuerza en el Medio Oriente.
La colisión entre el gobierno de los Hermanos
Musulmanes (HM), del presidente Mohamed Morsi, y la Junta Militar,
jefaturada por el mariscal Mohamed Tantawi –que habíamos subsumido en la
confrontación del «modelo turco» con el «modelo paquistaní» – se
resolvió en forma increíble en favor de la cofradía islámica mediante un
«contragolpe suave» que depone al Ministro de Defensa (mariscal
Tantawi) y al segundo hombre fuerte de la junta, Sami Anan, aprovechando
los graves incidentes en la transfrontera del Sinaí con Israel que
cobró la vida de varios guardianes egipcios.
Morsi se subió a la locomotora de la cólera nacional –que volvió a
colmar la plaza Tahrir– y asestó su «contragolpe suave». Quedan en el
aire el destino del recientemente elegido Congreso (con mayoría de los
HM) despedido por la Junta Militar, la redacción de la nueva
Constitución, y el control del Poder Judicial que aún maneja la junta y
que puede causar severas cefaleas legales al presidente.
Conforme se afiance en el poder, Morsi obtendrá margen de maniobra
para controlar los servicios de inteligencia y la operatividad en la
otrora desmilitarizada península del Sinaí, donde deambulan en forma muy
laxa las huestes trasnacionales de Al Qaeda.
La depuración cupular de los omnipotentes servicios de inteligencia
por Morsi significó el preludio de su «contragolpe suave» contra los
multigolpistas de la Junta Militar.
Bajo su nuevo esquema del control militar –en el que concurrieron las
nuevas generaciones castrenses, que se rebelaron a la junta
gerontocrática del mariscal Tantawi–, el mandatario egipcio retomó el
mando de la estratégica península del Sinaí con fuerzas destinadas a la
vigilancia doméstica frente a las metástasis de Al Qaeda, pero carentes
de musculatura para perturbar la tranquilidad israelí. Cabe señalar el
acercamiento dual entre los HM de Egipto y sus aliados palestinos de
Hamas en Gaza (frontera con el Sinaí).
Más se afianzan los HM y Morsi en el poder y más se nota(rá) el
retorno de Egipto al primer plano de la política medio oriental, que
histórica y emblemáticamente le ha correspondido, lo cual se refleja
espectacularmente en su primera visita global a China y en su
reposicionamiento en tres vectores subregionales:
1) acercamiento con las potencias petroleras sunnitas de Arabia Saudita (AS) y Qatar;
2) reconciliación con Irán (que habíamos previsto); y
3) su reciente incrustación en el contencioso sirio con una propuesta viable de «solución islámica» de las cuatro potencias regionales (Egipto, Irán, Turquía y Arabia Saudita.
1) acercamiento con las potencias petroleras sunnitas de Arabia Saudita (AS) y Qatar;
2) reconciliación con Irán (que habíamos previsto); y
3) su reciente incrustación en el contencioso sirio con una propuesta viable de «solución islámica» de las cuatro potencias regionales (Egipto, Irán, Turquía y Arabia Saudita.
La revolución de las pirámides, con su corolario de multigolpes de la
junta militar y su «contragolpe suave» de los HM y Morsi, ha causado
una severa crisis económica que ha mermado las reservas del Banco
Central cuando las dos potencias petroleras sunnitas, AS y Qatar, han
prometido un generoso apoyo económico a Egipto. Pese a todos sus
avatares, Egipto es la primera potencia militar del mundo árabe y recibe
ayuda de 3 mil millones de dólares al año de EU en compensación por los
acuerdos de Campo David (caducos y que abomina la aplastante mayoría
egipcia).
La reconciliación que se vislumbraba desde el año pasado con Irán empieza a tomar forma con la próxima «visita histórica» (Al Jazeera
dixit) del presidente egipcio a la Cumbre del Movimiento de los
No-Alineados (MNA) de 120 países (¡de 193 de la ONU!), a fines de agosto
en Teherán, en escala de retorno de su relevante cuan discreta visita a
China (la cual hay que seguir muy de cerca).
Uno de los óptimos analistas del contencioso iraní, Trita Parsi,
presidente del Consejo Nacional Estadunidense-Iraní, afirmó que la
participación del sudcoreano Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, a
la cumbre del MNA, «es un triunfo para Irán». Sin duda.
Hasta el israelocéntrico The New York Times (22/8/12) reconoce
que los «esfuerzos (sic) encabezados por EEUU e Israel para aislar a
Irán sufrieron un revés cuando Ban participará con otros 120 países en
la cumbre de Teherán», lo cual se suma a la presencia del presidente
egipcio,«una decisión que ha perturbado a Israel». Falta agregar la
invitación a la cumbre de Ismail Haniyeh, líder de Hamas en Gaza, lo
cual ha indispuesto más a Israel que a EEUU (The Times of Israel, 24/8/12).
¿Es Hamas la bisagra indispensable entre Egipto e Irán?
El canciller iraní, Ali Akbar Salehi, en entrevista con el rotativo egipcio Al-Ahram
(21/8/12), recordó que su país había nombrado después de 30 años a un
embajador en Egipto ulterior a la revolución de las pirámides.
En su calidad de canciller de una potencia regional, Salehi reconoció
que «Egipto es un pilar (sic) en la región y tiene una estatura
especial entre los países árabes e islámicos». Rechazó la noción de que
existen «brechas fundamentales en las creencias entre los chiítas de
Irán y los sunnitas de Egipto en su interpretación del Islam» y fustigó
que «tales divisiones son promovidas por EEUU y los sionistas»: Egipto e
Irán «comparten una civilización y religión comunes, y el colonialismo
ha creado discriminación racial, étnica, religiosa y sectaria en los
lugares que pierde», lo cual se encuentra detrás de la tensión entre
«árabes-iraníes y sunnitas-chiítas» en la región. En referencia al
volcán sectario de Siria, Egipto está de acuerdo en la intervención de
Irán para su resolución creativa (lo cual desecha perentoriamente
«Occidente»).
A mi juicio, EEUU opera un «segundo Afganistán» en Siria, con lo cual
se propone desestabilizar a Irán y la región islámica del Cáucaso:
frontera incandescente de Rusia que exhibe en su interior 20 por ciento
de islámicos en su población que comienza a ser alebrestada desde el
exterior.
Sobre el caos sirio, en un reciente artículo para The Washington Post
(8/8/12), Salehi alertó que sus consecuencias podrían llevar a «otro
Afganistán» en las «puertas de Europa». A juicio del NYT, «en forma
conjunta, estos movimientos refuerzan la aseveración de Irán de que se
gesta un reordenamiento (sic) de poderes en Medio Oriente, donde la
influencia occidental se desvanece y cuando la campaña
estadunidense-israelí, para envilecer a Irán como Estado canalla que
exporta terrorismo y en forma secreta anhela armas nucleares, no está
resonando en la mayor parte del mundo». ¡Para nada: es «propaganda
negra»! A mi juicio, Israel, uno de los países más aislados del planeta
–«Estado paria» (ex canciller israelí Tzipi Livni dixit) y «Estado
apartheid» (sobrino del premier Netanyahu dixit)– está llevando
peligrosamente a EEUU, superpotencia a carta cabal, a su perdición
global. A grado tal que el NYT (24/8/12) abrió un extraño debate (sic):
«¿Daña la credibilidad de EEUU su apoyo a Israel?» ¡Ni preguntarlo!
La política de envilecimiento de Irán por EEUU –instigado por el
«sionista mesiánico» (ex director del Mossad, Meir Dagan dixit), el
premier Netanyahu– ha fracasado estrepitosamente y es tiempo que sus
lúcidos geoestrategas asimilen la inescapable realidad iraní, en
imitación de su aliado egipcio.
Fuente: La Jornada, 26 de agosto de 2012.
Fuente: Red Voltaire
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