lunes, 30 de julio de 2012

"Cuadrado verde": una nueva etapa en la organización geopolítica del espacio islámico

por Geidar Dzhemal - 29-05-12 www.iran.ru - En las condiciones de la durísima crisis política, que sufre el mundo a partir de la descomposición de la URSS, y que ha pasado a la fase abierta a partir del nuevo milenio, dentro del mundo islámico se está produciendo una activa oposición a las tendencias del neoimperialismo global.


Hoy se puede hablar de los primeros pasos hacia la formación de una alianza políticomilitar opuesta a los EE.UU. y la OTAN, en la que como jugadores principales entrarían Irán, Turquía, Egipto y Paquistán. Como resultado de la creación de este bloque nacerá un poderoso centro de fuerza que aglutinará dentro de sus fronteras (contando con Afganistán y Asia Central) a quinientos millones de personas.

¿Pero hasta qué punto es esto real?

1. Principal contradicción de la política mundial actual

En el mundo actual la principal contradicción, que pone en marcha en proceso histórico en curso, es el conflicto entre los intereses de las burocracias nacionales, que representan a los estados nacionales y la burocracia internacional, que pretende convertirse en la corporación administrativa más poderosa del mundo, que no depende de las legislaciones nacionales, procedimientos electorales, intereses del electorado etc. La lucha entre la burocracia internacional, que se apoya en los instrumentos como la ONU, OTAN o más periféricos tipo la Liga de los Estados Árabes – por un lado, y las burocracias nacionales – por otro, se expresa en los fuertes enfrentamientos, tanto en la esfera político-económica (sanciones), como en la esfera de la lucha armada, de lo que tenemos multitud de ejemplos a lo largo de los últimos 20 años.

Occidente representa aquella parte del mundo en la que la burocracia internacional casi ha triunfado sobre las administraciones nacionales (aunque esta lucha aún no ha terminado). En el resto del mundo las burocracias nacionales practican los “combates de retaguardia”, siguen resistiendo al dictado del gobierno mundial que se está formando antes nuestros ojos. Está claro que esta lucha es desigual y las administraciones de los estados soberanos están condenadas a ser derrotadas, al no ser que recurran a la táctica de la creación de las uniones supranacionales, es decir que crean en realidad otros instrumentos internacionales para luchar contra la burocracia internacional. Semejantes pasos ya se dan en el espacio eurasiático postsoviético; en particular, la Organización de Cooperación de Shanghái constituye uno de los intentos de crear en base a las burocracias nacionales una estructura que limite la libertad de movimientos de la OTAN fuera del marco de su responsabilidad nominal.

Hasta el momento se creía que el mundo islámico en menor medida que otros enclaves civilizacionales es capaz de formar alianzas político-militares eficaces. Los expertos competían entre sí describiendo las contradicciones que separan a la umma y que contraponen los intereses de varias decenas de estados del mundo islámico.

Ciertamente, las estructuras en las que están organizados los estados islámicos – Organización de Cooperación Islámica, Liga de los Estados Árabes, etc. – representan en mucho mayor medida justamente las filiales de la burocracia occidental internacional que las uniones de las soberanías nacionales para la defensa colectiva frente a la globalización. La mayoría de estos estados han surgido en el siglo XX como consecuencia del descalabro del califato Otomano y la descomposición de los imperios coloniales europeos; como resultado quedaron bajo el gobierno de las élites compradoras prooccidentales, que políticamente representan la modificación regional del liberalismo occidental. En consecuencia, a este nivel es impensable ninguna oposición seria al orden mundial, establecido por Occidente.

La rotura en esta dirección se pudo realizar gracias al conflicto entre dos clanes burocráticos en el propio Occidente. Los republicanos de los EE.UU. expresan los intereses imperiales nacional-patrióticos, su guión de reestructuración de Oriente medio consistía en dejar en la región a los satélites absolutamente fieles al imperio norteamericano. Con este objetivo fue elaborado el plan para destruir un grupo de países que desde el punto de vista de los neoconservadores representaban un foco de resistencia. Al mismo tiempo los republicanos apoyaron a aquellas administraciones nacionales que desde su punto de vista aceptaron la total dependencia de la Casa Blanca. Entre ellas estaban los regímenes de la dinastía saudí, de Mubárak en Egipto y – desde 2003 –el régimen de Kaddafi.

El ala izquierda del Partido Demócrata de los Estados Unidos, al contrario, representa los intereses de la burocracia internacional. Precisamente por eso cuando, provocado por las provocaciones de los neoconservadores, el proceso del despertar islámico en la región puso en peligro el futuro de los dictadores “socios” de Bush-hijo, la Casa Blanca demócrata los abandonó a su propia suerte. Obama no quiere a los líderes “fuertes” de las administraciones nacionales, orientados hacia los republicanos, pues sigue la orden del día cosmopolita. Como resultado del enfrentamiento entre los dos clanes burócratas estadounidenses quedó rota la propia estructura del dominio y del control norteamericano sobre la región y se abrió la perspectiva de lo que ahora popularmente llaman “el despertar islámico”.

2. Contradicciones en el mundo islámico

Como principal contradicción que impide la integración política de la umma, tradicionalmente se suele considerar el secular conflicto entre las corrientes sunita y chiita del Islam. Ya hace 500 años cuando el mazhab jafari se convirtió en el oficial en Irán de los Safávidas, aquello fue la causa del comienzo de una serie de guerras entre Irán y el Imperio Otomano, que duraron hasta los comienzos del siglo XIX. Sería difícil señalar otros conflictos de estas proporciones dentro del mundo islámico, pues en los tiempos posteriores a la invasión mongola Irán se había convertido en el único estado oficialmente chiita. Sin embargo en cuanto a las relaciones entre las dos comunidades y las del poder con la minoría chiita en los estados islámicos, estas relaciones siempre dejaron mucho que desear.

Este conflicto tiene unos mecanismos perfectamente racionales. Dejando aparte las diferencias en el terreno de la alta teología, el principal reproche de los sunitas a los chiitas es que estos no reconocen la legitimidad de ningún poder estatal dentro del espacio islámico hasta la llegada de Mahdi. Desde el punto de vista del chiismo tradicional desde el asesinato de hazrat – e – Alí (s) en todos los 14 siglos de la historia musulmana no ha habido, ni puede haber ningún poder legítimo hasta el propio final de la historia. La práctica, claro está, no siempre coincidía con esta formulación. Los califas abasidas fueron chiitas y teóricamente se podría decir que después de la huida de los omeyas el mundo islámico fue gobernado por chiitas (salvo el Califato de Córdoba) en los tiempos de mayor prosperidad en su historia. Por otro lado también la dinastía de los Safávidas en Irán fue chiita, lo cual había creado cierta contradicción entre la situación de hecho y el concepto teórico acerca de la ilegitimidad de cualquier poder excepto el de Mahdi (en realidad fue este conflicto teórico esencial el que enterró a la monarquía en Irán).

La nueva generación del clero chiita en Irán desde los principios del siglo XX comenzó a dar los pasos necesarios para salir de esta situación, pues estaba claro que la revolución islámica era necesaria y tenía que estar legitimada tras la conquista del poder. La solución técnica del problema fue hallada en la doctrina de “Velayat-e faqih” (gobierno de los expertos en ley islámica), elaborada por el Gran ayatollah Ruhollah Jomeini. Esta doctrina permite crear la estatalidad islámica, reconocida como legítima durante el período actual de la ocultación de Mahdi.

Es lo que constituye el momento más agudo de la Revolución Islámica en Irán: libera a los chiitas del estatus de opositores permanentes que no piensan en llegar al poder en “este mundo inmerso en el pecado” y únicamente ponen en duda la legitimidad de los poderes establecidos. Desde 1979 los chiitas se posicionan como participantes en el espacio de la política real. Es por lo que desde la caída del shah la propaganda antichiita promovida por los centros teológicos de Arabia Saudí y otras monarquías árabes se ha radicalizado por cien: los chiitas pasaron a ser de competidores teóricos a los perfectamente reales en el escenario mundial. Por otro lado, para los revolucionarios sunitas, orientados hacia el Islam político, la revolución en Irán eliminaba el principal equívoco que impedía la alianza. Ahora la revolución islámica sunita podía contar con el reconocimiento y apoyo de los hermanos chiitas. En la práctica esto se expresó en la estrecha relación que existe entre Teherán y la resistencia palestina, en primer lugar HAMAS.

Evidentemente, la separación entre los sunitas y los chiitas no es el único obstáculo para la integración sobre la plataforma del Islam político. Existe la herencia histórica negativa – las contradicciones entre los persas, turcos y árabes. El mundo fue testigo de la propaganda racista del régimen de Saddam durante la guerra contra República islámica de Irán, llevada a cabo en el nombre de la presunta hegemonía árabe. También se sabe que en la actual cultura política turca hay desconfianza hacia los árabes, relacionada con el nacional-separatismo árabe y su paso al enemigo durante la I Guerra Mundial. Sin embargo la fuerza de estas contradicciones históricas es mucho menor comparada con las contradicciones religiosas. El mundo árabe es demasiado grande y variado para que pueda ser reducido a un solo paradigma cultural. La máxima tensión en las relaciones entre persas y árabes se expresa en el enfrentamiento irano-saudí. Pero este principio ya no funciona en relación a Egipto y otros países del Magreb. Lo mismo se puede decir de los problemas turco-árabes. Existe un máximo de incomprensión entre Ankara y Damasco (desde la creación de la República Siria la frontera turco-siria siempre fue un lugar de permanentes enfrentamientos), y también últimamente entre Ankara y Er Riad. (El actual régimen turco ideológicamente está próximo a los “Hermanos Musulmanes” que los saudís ven como una fuerza antimonárquica subversiva).

Fuera del marco de los enfrentamientos teológicos e histórico-culturales queda Paquistán, a fuerza de que, en primer lugar, históricamente fue creado hace poco (1947) y, en segundo lugar, porque fue creado y está dirigido por chiitas (fundador Muhammad al-Djinna), en tercer lugar, no se percibe en el mundo islámico como un estado chiita (y, por supuesto, no lo es).

3. Las “cargas” estratégicas de los potenciales socios del bloque

Cada uno de los cuatro probables países que se encaminan hacia la creación del mayor bloque político-militar musulmán tiene determinados “hándicaps” en forma de sus alianzas y compromisos políticos. Así el más neutral de los cuatro – Paquistán –está geopolíticamente relacionado con Afganistán en cuyo territorio el contingente de la OTAN lleva ya 11 años luchando contra el pueblo afgano. Aunque aquí el principal problema no es tanto la ocupación occidental del país como las complejas relaciones entre Afganistán e Irán que podrían constituir un obstáculo para el acercamiento. Es indudable la creciente influencia de Irán en las provincias occidentales de Afganistán, sin embargo sigue habiendo muchas diferencias entre Teherán y el movimiento de resistencia, que tradicionalmente se asocia con los talibanes de la segunda mitad de los años 90. El principal obstáculo para el entendimiento entre la resistencia y la República Islámica de Irán es el recuerdo de la matanza de los diplomáticos iranís todavía antes de la invasión norteamericana y la masacre de los hazarís-chiitas.

En cualquier caso los iranís son políticos que piensan en términos reales y saben que no se puede poner el signo de igualdad entre los talibanes de ahora y aquellos que unificaron Afganistán a finales de los años 90 (hoy bajo la marca “talibán” aparece un amplio espectro de fuerzas que luchan con las armas contra la ocupación). La visita de uno de los más influyentes “padres espirituales” paquistanís del Talibán a la conferencia “El despertar islámico” celebrada en Teherán demuestra que en este caso no hay obstáculos infranqueables.

Para Irán Siria aparece como un peso político análogo. Hoy también es el escenario de enfrentamientos armados, objeto de presión por parte de Occidente y de las monarquías de la Península Arábiga pro-occidentales; además también está el hecho del conflicto entre los regímenes de Erdogán y Bashar Asad. Siria es el principal obstáculo para el definitivo acercamiento entre Ankara y Teherán. Dado que Teherán nunca se echará atrás en su apoyo al régimen de Damasco, es Ankara la que tendrá que demostrar más agilidad política.

Paradójicamente el programa nuclear de Irán representa el menor de los impedimentos. Más bien al contrario – el nivel tecnológico alcanzado por Irán así como el drama político que se desarrolla en torno a esta dimensión de la estatalidad iraní, constituyen una ventaja para la República Islámica cara a su lucha por conseguir aliados. Tanto para Egipto como para Turquía, sin hablar de Paquistán, les conviene tener como el componente central de su alianza a un país nuclear que no se ha rendido ante la presión mundial y que ha demostrado tener una voluntad de hierro a la hora de defender su soberanía.

La cuestión ahora es descubrir el nivel de la motivación estratégica. La propia Turquía soporta varias cargas. Con respecto a Irán no la principal, pero sí importante sigue siendo su litigio con Armenia, que en el Cáucaso Sur aparece como aliada y socia de la República Islámica. Al problema de Armenia indisolublemente está ligado el tema de Azerbaiyán. Pese a cierto enfriamiento en las relaciones entre Ankara y Bakú – Turquía es el único aliado real de Azerbaiyán que a lo largo de toda su historia como país independiente no ha logrado establecer buenas relaciones con Irán. En actualidad se han estropeado hasta el punto de que en ambos países se detiene a las personas acusadas de ser agentes de los vecinos. Se habla también del posible uso de los aeropuertos militares de Azerbaiyán por parte de Israel – circunstancia hasta tal punto escandalosa que podría servir como casus belli (pretexto para la guerra).

El impedimento muy serio para la participación de Turquía en el bloque similar medianamente eficaz es su participación en la OTAN y su petición no retirada de ingreso en la Unión Europea. Si para Erdogán la Unión Europea funciona como la “cortina de humo” para su política interna (con el pretexto de ajustarse a las normas de derecho europeas Erdogán ha desmantelado el papel del ejército en la vida política del país), la OTAN obliga a realizar pasos prácticos que tienen el carácter antiiraní – en particular el despliegue del Escudo Antimisiles en la parte oriental de Anatolia. Es difícil decir si hoy el régimen de Erdogán está dispuesto a poner en riesgo las bonificaciones de su permanencia en la OTAN (ayuda tecnológica y militar, apoyo de las infraestructuras, etc.) a cambio de una aún virtual perspectiva de la alianza islámica.

En lo que se refiere a Egipto, su principal carga al día de hoy es el tratado de paz con Israel. Aquel acuerdo por el que el régimen posnaserista había traicionado a la solidaridad islámica y árabe a cambio de las “treinta monedas de plata” de ayuda militar permanente (siempre inferior a la recibida por Israel) y el derecho de considerar la península de Sinaí como “suya”, hoy representa un lastre político, pues saca al mayor país árabe con casi 90 millones de población de la corriente general antiisraelí. El destino del acuerdo depende de la postura y la competencia política del señor Mursi, candidato de los “Hermanos Musulmanes”. Si es cierto, tal y como asegura el ex-presidente Jimmy Carter, que Mursi no está preparado para una drástica rotura con Israel, entonces el traspaso del poder en Egipto aún no ha terminado y los “Hermanos” van a perder su popularidad entre la sociedad, dejando paso a otras fuerzas más radicales…

Sumando lo dicho se puede afirmar que los problemas técnicos y las cargas políticas de los cuatro países que dificultan la creación por su parte de la alianza político-militar son muy importantes, pero que tiene solución siempre y cuando exista la voluntad para crear tal alianza. ¿Existe y por qué está motivada?

4. Los imperativos de la alianza estratégica “Cuadrado verde”

La base fundamental y común para los cuatro países para su aproximación es el miedo de las burocracias nacionales de estos países a ser derrotadas y absorbidas en el curso de la ofensiva global de la burocracia internacional con su segmento occidental a la vanguardia. Hay que señalar que los países monárquicos de la península Arábiga mantienen esencialmente otro tipo de relaciones con la burocracia internacional. Arabia Saudí, Kuwait y otros países de este grupo no tienen ningún conflicto ni con la periferia de la corporación burocrática internacional como la Organización de Cooperación Islámica, ni con sus estructuras fundamentales como la ONU o la Unión Europea. Esto se debe a que los regímenes monárquicos mantienen estrechas relaciones de “club” con las élites tradicionalistas de la Vieja Europa, que están detrás del fenómeno denominado el “cosmopolitismo agresivo”.

Es por lo que los países del Golfo Pérsico forman un grupo de oposición polar a la alianza de la que estamos hablando.

Sin duda Irán es el país que hace de “locomotora” de la alianza “Cuadrado verde”. Su situación como el estado soberano más grande situado en el centro de Eurasia es la más problemática frente a la presión cosmopolita ejercida tanto por el Occidente, como por la gran parte de los países del mundo musulmán. Para Irán es categóricamente necesario romper el cerco estratégico para convertirse si no en el eje, al menos en el eslabón decisivo de este nuevo centro de fuerza en formación. Si para Turquía se trata de un proyecto en el que puede realizar las ambiciones largo tiempo reprimidas, para Irán es una cuestión de vida o muerte. No menos agudo es el problema de la supervivencia para Paquistán donde la situación económica empeora ya no por días, sino por horas. Paquistán ha decidido cerrar el tránsito de la OTAN hacia Afganistán porque ante los excesos de la maquinaria bélica estadounidense el régimen se arriesgaba a ser barrido desde abajo. En cualquier caso el presidente de Paquistán Zardari (chiita) hubiera sido sacrificado por las élites paquistanís para aplacar las iras populares. Sabiéndolo, Zardari incluso se ha atrevido a anunciar públicamente que Paquistán acudiría en apoyo de la República Islámica con todo su poderío nuclear si Israel se atreviera a atacarlo.

Aparte de las duras declaraciones existe una cosa perfectamente real: la necesidad de construir en el menor tiempo posible el gasoducto de Irán a Paquistán, en el que Irán está tan interesado que ha abierto un crédito de 250 millones de dólares para su construcción.

Irán y Paquistán son los partidarios más sinceros y los más interesados en esta alianza. Turquía en esta cuestión se orienta hacia la obtención de los máximos beneficios y aún no está moralmente preparada para apostarlo todo por el proyecto. Sin embargo los últimos gestos diplomáticos de Ankara para igualar a Israel y Armenia, desde el punto de vista de la colocación de los acentos en la política exterior, demuestran que Erdogán es capaz de mantener un juego arriesgado, caminando por el borde del precipicio.

 5. Partidarios y enemigos del “Cuadrado verde”

Como ya hemos mencionado en más de una ocasión la cuestión de la creación de los bloques político-militares en actualidad es, en primer lugar, la cuestión de la lucha entre las soberanías y el “cosmopolitismo agresivo” (más que globalismo, pues por sí mismo éste no está interesado en acabar con las soberanías nacionales de-jure). El “cosmopolitismo agresivo” es el curso tomado por la burocracia internacional. Es la que desde el principio se opone a la creación de las alianzas reales entre los países islámicos, salvo las uniones de aquellos estados que se encuentran fuera del sistema político de las soberanías (monarquías árabes).

Semejante oposición obliga a actuar con la máxima cautela a los regímenes implicados en la creación del bloque para no provocar una dura reacción.

El Occidente indudablemente luchará contra esa alianza no solamente con las amenazas de intervención militar, sanciones, diplomacia “blanca” y “desde la sombra” etc.; también intentará crear proyectos-“trampa” virtuales, cuyo objetivo será desorientar a los políticos dentro y alrededor de estos países, sembrar la desconfianza y dificultar todavía más el camino hacia la aproximación.

Una de estas trampas-embustes es el tema lanzado en determinados círculos del presunto acuerdo de paz entre Irán y Arabia Saudí y la unión de estos dos mayores productores de hidrocarburos en el nombre del dominio en el mercado de petróleo con la división del control sobre el resto del mundo islámico.

Semejantes conceptos forman parte de la guerra informativa y se desmontan fácilmente aplicando el análisis sistemático de los regímenes políticos de estos países. Únicamente los posmodernistas, que han perdido la comprensión del papel que juegan las esencias en el escenario político y que lo reducen todo a las tecnologías políticas formales, pueden picar semejantes anzuelos.

Por otro lado, esta unión tiene un poderoso aliado – China, que después de los Estados unidos representa el bastión más claro de la burocracia nacional (en los EE.UU. la burocracia nacional además está bloqueada por la alternativa burocrática internacional del partido Demócrata, mientras que en China su dominio no ofrece dudas).

China necesita que su aliado Paquistán, de momento aislado ante India, pueda tener continuidad a través de su participación con otros socios en un bloque político-militar de importancia, gracias al cual China también podría resolver sus problemas, tanto para romper el cerco estratégico, como para asegurar el suministro energético.

Hay que darse cuenta de que la realización de este proyecto pondrá a las élites gobernantes de la Federación Rusa ante un complejo dilema. Ante semejante alianza Moscú no podrá proseguir sin impedimentos su colaboración políticomilitar con la OTAN contra Afganistán e – indirectamente – contra China.

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