sábado, 9 de marzo de 2013

Argo: Del hollywoodismo a la iranofobia

por Ismail Salami - En los últimos años, la iranofobia ha logrado acaparar un mayor ámbito entre los medios, incluyendo el séptimo arte, el cual, sin duda, tiene un efecto más potente en la manipulación de la audiencia.

Entre los últimos esfuerzos iranófobos se encuentra Argo (2012), una “novela de suspense para morderse las uñas”, la que según David Haglund, se toma algunas libertades en la historia. ¡Algunas libertades! Cómo no. La falsa fachada de la película y la glorificación del agente de la CIA, Antonio Méndez, (el héroe, interpretado por Ben Affleck), en particular, y el aparato de inteligencia, en general, en un operativo para trasladar a los fugitivos de Teherán, le da a la película un ligero toque que supera la vida real, y un sentimiento como demasiado bueno para ser verdad a los espectadores, cuyas mentes se encuentran dominadas por los medios de comunicación occidentales en cuanto a Irán.

En su forma estúpidamente burda, la película intenta describir a los iraníes como personas demasiado emocionales, irracionales, dementes y diabólicas, y al mismo tiempo, los agentes de la CIA son representados como héroes patrióticos. Argo está repleta de inexactitudes históricas y distorsiones. Se puede decir que la película se basa únicamente en el recuento que hace Antonio Méndez de los acontecimientos. Sin embargo, el público apenas encuentra la mínima posibilidad de percatarse de ello, y todo lo que cree, es todo lo que ve. Sí, ahí está el problema, pues haciendo esto, el cineasta astutamente ve una audiencia demasiado absorta en la película como para prestar atención a la titularidad.

Incluso si lo hace, la mente del espectador ya ha absorbido todas las mentiras escondidas y salvajemente descritas en la película. Esto se hace con un ingenio increíble. Por ejemplo, en una escena, taciturnas mujeres iraníes con velo aparecen con uniformes militares, una falsedad presentada también en una película anterior antiraní titulada “No sin mi hija (1991)”. Más de una década después, es posible ver a las iraníes en uniforme, pero sólo en las unidades militares, y no en las calles. Por tanto, la representación de mujeres iraníes con uniformes militares no es más que producto de la imaginación del escritor.

Al parecer, Argo se debe, en gran medida, a la película No sin mi hija (1991) de Brian Gilbert, aunque ésta, técnicamente, está un paso adelante. No sin mi hija detalla la historia de una mujer estadounidense casada con un médico iraní. Ellos viven felices en Estados Unidos, pero una vez que viajan a Irán, el hombre (Alfred Molina) pasa de ser un hombre educado a un animal salvaje rústico, que decide obligar a su esposa Betty (Sally Field) a residir en Irán. Nadie sabe la razón de un cambio tan drástico en el hombre, y curiosamente, no se ve una interrupción aparentemente durante la historia.

Además de la visión estereotipada y caricaturesca que ofrece el cineasta de los iraníes, éste conscientemente, se burla de las costumbres y tradiciones propias de la comunidad iraní. En una escena, cuando Betty llega a Irán (la película ha sido rodada en Israel, irónicamente), sacrifican una oveja como ofrenda votiva ante una Betty que se desmaya. Este incidente, que forma parte de las tradiciones iraníes, se convierte en una cuestión de desprecio por el cineasta.

El crítico de cine Roger Ebert describe la película como mordaz y hostil, y dice: “Si una película de esta naturaleza virulenta y rencorosa se hiciera en Estados Unidos sobre cualquier otro grupo étnico, sería denunciada como racista y prejuiciosa.”

Del mismo modo, Argo es otro intento cobarde de incitar a la iranofobia comenzada por Brian Gilbert con No sin mi hija.
Aunque Argo alcanza cierto grado de éxito en estereotipar y demonizar a los iraníes, la película, en su mejor opción, es un golpe propagandístico, apenas digna de los elogios que recibe, no porque no supera un gran bostezo, sino porque no está bien estructurada y está escrita frívolamente.

Por extraño que sea, la película busca ingeniosamente un sonido equilibrado, mediante la inserción de una voz en off al comienzo, que describe cómo el Gobierno popular de Mosadegh fue derrocado por un golpe de Estado orquestado por la CIA y cómo Mohamad Reza Pahlavi (a quien se conoce erróneamente como Reza Pahlavi) tiraniza a las personas. Sin embargo, la mera mención de un golpe de Estado organizado por la CIA no es suficiente para conseguir un sonido balanceado de la película.

No obstante, Argo está muy lejos de ser una narración equilibrada. Todo se cuenta de manera unilateral. Todo se representa en blanco y negro. Los fugitivos son buenos y tienen que ser salvados con la ayuda del agente de la CIA, lo que ridículamente funciona para provocar la catarsis en los espectadores, mientras los iraníes son representados como endemoniados e histéricos. Además, la simpatía de la audiencia en favor del agente de la CIA se logra fácilmente, mientras toda la población iraní se hunde trágicamente en una luz negativa.
De hecho, la creación de un golpe de Estado en Irán no es la obra maestra de la CIA. El aparato de inteligencia ha jugado notoriamente un papel decisivo en el fomento de una guerra contra Irán, a manos del dictador iraquí Saddam Hussein, que provocó más de un millón de pérdidas humanas.

Según Said K. Aburish, autor de Saddam Hussein: la política de la venganza, Saddam hizo una visita a Ammán en 1979, antes de la guerra entre Irán e Irak. Allí, se reunió con el rey Hussein y tres agentes de la CIA. Aburish dice que hay pruebas suficientes de que él debatió con agentes de la CIA sobre sus planes para invadir Irán. Como producto de la mente política de Washington, Saddam mantenía estrechos vínculos con los EE.UU. Aburish dice que era “una relación de cooperación, pero no de confianza. Ninguna de las partes confiaba de la otra. Y ellos le ayudaron a mantenerse en el poder, proporcionándole sistemas electrónicos para protegerse de un golpe de Estado. Le ayudaron a permanecer en el poder proporcionándole el armamento que tanto necesitaba. Ellos le ayudaron a mantenerse en el poder, al negarse a plantear la cuestión de los derechos humanos. Y ellos le ayudaron a mantenerse en el poder, apoyándolo durante la guerra con Irán. Así que realmente le ayudaron, política y financieramente, sea cual sea el lado desde el que se mire.”

Es muy probable que Ben Affleck y el guionista, Chris Terrio, estén profundamente ajenos a estos hechos, o de lo contrario, habrían incorporado algunos en el sonido balanceado de Argo.

¿Lo harían?

En general, Argo es un ejemplo total de Hollywoodismo. De hecho, es un nuevo intento de fomentar la iranofobia, no sólo en los EE.UU., sino también en todo el mundo.

Este artículo fue originalmente publicado en Press TV el 7 de noviembre de 2012.

ybm/
Fuente: HispanTV

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