lunes, 28 de mayo de 2012

Crítica de la película “El dictador”

por Gilad Atzmon* - A primera vista, “El Dictador” de Baron Cohen es una película catastrófica. Es vulgar, no es divertida y si hay 5 momentos graciosos en la película, todos ellos aparecen en el trailer oficial. En resumen, ahorrad tiempo y dinero, a menos que, por supuesto, estéis interesados en la política identitaria judía y en la neurosis.

Similar a su anterior trabajo, “El Dictador”, es una vez más una visión general de la morbosidad tribal de Cohen. Después de todo, la persona y el espíritu detrás de esta vergonzante comedia es la de un carácter narcisista orgulloso que nunca pierde la oportunidad para expresar la íntima afinidad que siente por su pueblo, su talento cómico y su amado Estado judío.

Pero seamos honestos, Cohen no es el único, después de todo, ha hecho esta película conjuntamente con un estudio de Hollywood… Por tanto, es bastante razonable decir que lo que vemos aquí es sólo otro esfuerzo orquestado por Hollywood para vivificar a los árabes, los musulmanes y el Oriente.

Supongo que los políticos, los regímenes y los dirigentes árabes son un tema ideal para una sátira, aunque uno puede preguntarse ¿qué conoce Sacha Baron Cohen del mundo árabe? Después de lo que hemos podido ver en esta película, no mucho. En cambio, Cohen proyecta sus propios síntomas sionistas y tribales sobre los pueblos de Arabia y sus dirigentes.

En esta película, Cohen interpreta el papel del general Hafez Aladeen, el dirigente árabe de un país del norte de África rico en petróleo. A primera vista, es la versión satírica de Saddam Hussein y Muammar Gaddafi, pero en realidad las actuaciones de Aladeen son simplemente una gran amplificación de los crímenes cometidos por Israel y sus criminales de guerra como Shimon Peres, Ehud Olmert y Tzipi Livni.

Cuando Baron Cohen ridiculiza a los dictadores árabes que obsesivamente buscan armas de destrucción masiva y armas nucleares, hay que tener en cuenta que es en realidad el Estado judío quien ha disfrutado de ello desde 1950, y quien empujó a toda la región en la carrera nuclear. Son sus hermanos y hermanas de Israel quienes expresan su entusiasmo mortal por destruir Irak y otras entidades regionales.

Cuando el barón se burla de los dirigentes árabes que asesinan a sus opositores, asesinan niños, mujeres y ancianos, una vez más proyecta síntomas israelíes, ya que es en realidad el Estado judío quien se implica con demasiada frecuencia en los asesinatos sistemáticos de masas y crímenes de guerra a una escala colosal.

Alguien debería recordarle que las fotos del fósforo blanco arrojado sobre los refugios de la ONU fueron tomadas en la Franja de Gaza y no en el Bagdad de Sadam, Homs (Siria) o en el imaginario Wadiva. Cuando Cohen presenta a los líderes árabes como violadores salvajes, hay que recordar que Moshe Katzav, quien fue hasta hace poco Presidente del Estado judío está ahora entre rejas después de ser declarado culpable de violación.

Así que no es una coincidencia cuando Cohen trata de crear vínculos con su Dictador Aladeen, y le habla en su lengua materna: el hebreo. Cohen habla en hebreo pues Aladeen no es un dictador árabe, es un patriota israelí como el propio Cohen.
Pero tratemos de trascender más allá de las proyecciones y las confesiones de Baron Cohen: la nueva película de Cohen es un justo juego, del mismo modo que él mismo está lejos de ser un imbécil. De hecho, ha logrado poner en evidencia algunas ideas políticas interesantes e inteligentes. Por ejemplo, hacia el final de la película, el dictador Aladeen pronuncia un notable discurso desde la tribuna de la ONU en favor de la dictadura. En frente de las delegaciones, Aladeen muestra una lista muy profunda de paralelismos involuntarios entre los EE.UU. y la dictadura. Proporcionar una fuerte crítica política a través de la comedia merece un respeto.

Otra idea provocadora se da a través del personaje de Zoey (Anna Farris), una ardiente feminista y activista de los derechos humanos. Zoey gestiona una tienda de comestibles multi-étnica y ecológica en Brooklyn. Es la última activista por la solidaridad y esta vez se moviliza contra Aladeen y su régimen. Mientras Zoey invade las calles manifestándose contra la brutalidad de Aladeen, Tamir (Ben Kingsley) Jefe del Estado Mayor de Aladeen, conspira contra su dirigente dentro del edificio de las Naciones Unidas. Vende todos los activos de su país a los magnates del petróleo y a los dirigentes mundiales. El sentido cinematográfico es evidente. El vínculo entre la llamada izquierda y el poder imperial se ha establecido. Zoey, la izquierda progresista, parece estar trabajando hacia el mismo objetivo que las principales fuerzas expansionistas capitalistas corruptas.Todos quieren poner fin al régimen de Aladeen.

Sospecho que muchos de los que observan el activismo y el discurso de la solidaridad estarán de acuerdo con la lectura de Cohen. Después de todo, fueron las feministas y los grupos por los derechos de las mujeres los que en 1990 sentaron las bases para la guerra contra el terrorismo y la invasión de Afganistán. La izquierda era también muy reacia a apoyar al presidente electo de Hamas que sin embargo lo fue democráticamente. También supongo que un hombre de izquierda arrojado a una habitación con Dershowitz y Bin Laden probablemente se vería tentado a unirse primeramente con Dershowitz.

Pero Zoey no es solamente una progresista y una activista por los derechos humanos. Gradualmente, a medida que avanza la historia, Aladeen y Zoey se enamoran. Hacia el final de la película, la “activista de la solidaridad” y el dictador se casan. Es en ese preciso instante que Aladeen (y el resto de nosotros) descubre que Zoey es judía. Desde el punto de vista cinematográfico el judío, el activista por los derechos humanos y el militante por la solidaridad son uno.

Esta divertida lectura está por desgracia en consonancia con la realidad de los movimientos de solidaridad. Los que observan el activismo de la izquierda judía detectan un esfuerzo continuo entre los activistas judíos para desviar tribalmente e incluso “sionizar” el discurso de la solidaridad, los derechos humanos y las políticas marginales. Sin embargo, desde una perspectiva judía, Zoey, la nueva esposa del dictador Aladeen es nada menos que la encarnación de la bíblica reina Ester. Al igual que Ester, Zoey ha logrado infiltrarse tras las bambalinas de una potencia extranjera lucrativa.

Supongo que con el AIPAC controlando la política exterior de los EE.UU. y siendo miembros el 80% de los diputados conservadores de la CFI (los amigos conservadores de Israel), ¡una reina judía de un Wadiya ficticio es algo casi exótico!

Traducción del francés por Jordi Garriga

Extraído de: Tribuna de Europa

* Gilad Atzmon (9 de junio de 1963) es un saxofonista de jazz, activista político, escritor, novelista nacido en Tel Aviv, Israel, y nacionalizado británico tras abandonar la Entidad Sionista. 

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