por Nagham Salman –
Antes del estallido de la Primera Guerra Mundial ‘Bilad al Cham’
comprendía un amplio territorio que, de norte a sur, se extendía desde
la actuales Turquía a Arabia Saudí, y, de oeste a este, desde el Sinaí
al río Éufrates.
La región estaba bajo dominio del Imperio Otomano y
estaba formada por ciudades y pueblos interconfesionales en los que
comunidades humanas de diferentes religiones y etnias convivían
pacíficamente desde los tiempos de las últimas cruzadas.Aunque a día de
hoy pueda parecer paradójico, las comunidades cristianas y judías
gozaban de gran importancia política, económica y social en toda la
región, y eran muy respetadas en ciudades milenarias de mayoría
musulmana como Damasco, Alepo y Bagdad. Compartiendo todos ellos una
cultura semita y la lengua árabe, los musulmanes tenían muy claro que
sus antepasados habían sido judíos y cristianos que se habían convertido
al Islam a partir de los siglos VII y VIII, de tal manera que
pertenecían a la misma etnia. La convivencia fue generalmente pacífica
y, salvo contados episodios, se caracterizó por la tolerancia recíproca y
la inexistencia de cualquier tipo de radicalismo religioso.El Tratado
de Sykes-Picot, concluido el 16 de Mayo de 1916 en plena Primera Guerra
Mundial, fue un acuerdo secreto entre Gran Bretaña y Francia cuyo
objetivo era dividirse los territorios del Oriente Próximo en caso de
victoria en la guerra contra los Imperios Centrales, y debe su nombre a
los negociadores del pacto, Sir Mark Sykes, en representación de Gran
Bretaña, y Charles François Georges-Picot por Francia.
Inicialmente,
la Rusia zarista fue parte de las negociaciones del tratado a fin de
lograr su antigua ambición de obtener una entrada marítima al
Mediterráneo mediante el estrecho de los Dardanelos, que pasó a ser
factible cuando el Imperio Otomano turco se convirtió en aliado del
enemigo alemán. Sin embargo, el Tratado de Paz de Brest Litovsk, firmado
en marzo de 1918 entre el gobierno Bolchevique de Rusia y el Imperio
Alemán, en pleno inicio de la Revolución Rusa, y a falta de pocos meses
para el final de la primera gran guerra, fue la excusa para que Gran
Bretaña y Francia se negaran a cumplir los términos de estos acuerdos en
relación a los rusos, circunstancia que fue refrendada a posteriori por
el Tratado de San Remo, obteniendo el beneplácito de la Liga de
Naciones.
En respuesta al incumplimiento de
franceses y británicos, los bolcheviques hicieron público el contenido
del acuerdo, causando muchas dificultades a las alianzas que los
británicos mantenían con los lideres nacionalistas árabes, que empezaron
a sospechar que se habían librado del yugo otomano para entrar en un
periodo de dominio europeo que ha acabado siendo el periodo histórico
más catastrófico para el Mundo Árabe y Musulmán.
Al finalizar la gran guerra, los acuerdos
se implementaron y estableció la particion de Oriente Próximo en cinco
zonas: una bajo control británico, otra bajo control francés, una de
influencia británica y otra de influencia francesa (éstas dos últimas
llamadas protectorados), así como una administración internacional de
las ciudades de Jerusalén y Nazaret en previsión de una futura creación
de un Estado judío en el futuro. No fue casualidad que el Gobierno
Británico se mostrara a favor de la creación de un hogar nacional judío
en Palestina con la Declaración Balfour en 1917, justo un año después de
Sykes-Picot, declaración que inauguró formalmente la alianza entre el
Sionismo Internacional y las naciones de Reino Unido y Estados Unidos,
en una relación que ha liderado la política internacional durante el
último siglo y que ha venido a ser calificada con el término
anglosionismo.
La Conferencia de Paz de París en 1919
supuso la gran partición de ‘Bilad al Cham’ como paso previo a una larga
etapa de intervención exterior, que sería directa durante el periodo de
entreguerras e indirecta tras la Segunda Guerra Mundial. Aunque en un
principio Palestina debía ser administrada por la Sociedad de Naciones,
fue entregada en mandato a Gran Bretaña, que empezó a promover la
migración progresiva de judíos de todo el mundo a la tierra considerada
tres veces santa.
Gran Bretaña también se apoderó de Mosul,
al que agregó Basora y Bagdad para crear el reino de Irak. Recortó a
Siria, ya ocupada por Francia un territorio, que añadió a Irak, y la
Alta Galilea para poder transportar por oleoducto el petróleo de Mosul a
Haifa. Francia recibiría la Siria de hoy y su zona costera, que se
convertiría en el Líbano actual y ejercería un ámbito de influencia
hacia el Este, hasta Mosul. Los británicos obtuvieron Basora y Bagdad y
un ámbito de influencia hacia el Este, hasta Persia (el futuro Irán.)
La política exterior británica se había
basado en crear expectativas que se solapaban en todos los agentes
implicados durante el conflicto bélico. Inevitablemente, tras la
contienda hubo ganadores y perdedores. Los ganadores fueron Gran Bretaña
y Francia, que se repartieron el botín y permitieron al Sionismo
Internacional colocar la primera piedra en Palestina.
Los grandes perdedores fueron Rusia y,
sobre todo, los nacionalistas árabes, que se sintieron traicionados
después de que Sir Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de
Arabia, les hubiera prometido libertad tras la caída del Imperio
Otomano.
Dentro de tres años se cumplirá un siglo de la firma del tratado de Sykes-Picot
y para entonces, muy probablemente, haya desaparecido la influencia
directa franco-británica en la región.En el periodo de entreguerras, los
protectorados de Francia y Reino Unido pusieron las bases de lo que
sería la injerencia política y el expolio de recursos naturales que ha
sufrido y sigue sufriendo la región hasta día de hoy. Por otra parte, el
Sionismo Internacional obtuvo carta blanca para fomentar la emigración
constante y creciente de judíos de todo el mundo a Palestina, en
previsión de la futura creación de un estado propio.Tras la Segunda
Guerra Mundial, Estados Unidos tomó la iniciativa y los países que
habían sido creados artificialmente tras la caída del Imperio Otomano y
que habían estado sometidos a las dos potencias coloniales obtuvieron su
independencia formal, pero el neoliberalismo económico occidental
mantendría el control durante diferentes períodos, unas veces apoyado
por las élites locales y otras por la clase militar, con el único
contrapeso de la Unión Soviética, que tendría su expresión con la
aparición del partido Baaz y el triunfo temporal del Nasserismo.
Si la guerra fría condicionó la política
de Oriente Medio durante tres décadas, la creación del Estado de Israel
en 1948 ha sido y sigue siendo el elemento supremo de desestabilización
regional. La causa palestina ha sido directa o indirectamente la de
todos los movimientos políticos y conflictos de la región, desde el
fortalecimiento del Panarabismo y el Nacionalismo Árabe al Panislamismo
radical. El balance es desolador, con tres guerras árabe-israelíes, una
guerra entre Irán e Irak, dos intifadas y dos Guerras del Golfo, la
última con el resultado de la ocupación de Irak.
La caída de la Unión Soviética y la
consiguiente desaparición del contrapeso político, provocó un creciente
protagonismo de Estados Unidos en la región, que se consolidó tras los
autoatentados del 11 de septiembre de 2001, que inauguran la etapa más
sangrienta de ‘Bilad Al Cham’, con la ocupación de Irak y la
intensificación del apartheid palestino, silenciado por los medios
occidentales.
El enésimo capítulo de intervención exterior en la región son las denominadas ‘primaveras árabes’, que han sumido en el caos
a Libia, Túnez y Egipto. Pero, con diferencia, es el caso de Siria el
más paradigmático en lo que respecta al choque de intereses de varios
países en la región, hasta el punto de que algunos analistas lo han
calificado de guerra mundial en Siria.Tras más de dos años de guerra y
más de cien mil muertos, y debido al empantanamiento de la geopolítica
occidental en el conflicto, ninguno de los dos bandos parece poder
sobreponerse al contrario. Estados Unidos, a la cabeza de la coalición
antisiria, ha tomado conciencia de la poca rentabilidad que se ha
obtenido tras la ingente inversión en logística, adiestramiento,
inteligencia y armamento.Las otras tres ‘revoluciones árabes’ triunfaron
gracias al factor sorpresa y al apoyo e incitación mediática a la
revolución relámpago que promovieron la cadena qatarí Al jazeera y los
medios occidentales. Pero en el caso de Siria ya no es posible ocultar
más a la opinión pública occidental la guerra sucia consistente en el
envío constante de mercenarios yihadistas a través de Turquía y Jordania, con el drama humanitario que ello está provocando.
Este desperdicio de recursos y medios sin
resultado, unido al desprestigio internacional de la coalición
antisiria, ha llevado al Pentágono a plantearse un cambio de estrategia
en Oriente Medio, a pesar de la oposición que ha suscitado dicho nuevo
proyecto en el seno de la propia administración estadounidense y de
otros países implicados, en especial Francia, Reino Unido, Turquía,
Arabia Saudita y Qatar.
Además de las circunstancias citadas,
varias son las causas por las que la CIA puede estar considerando
acogerse finalmente a la tesis rusa expresada por Serguéi Lavrov en el
Consejo de Seguridad de la ONU respecto a la solución del conflicto
sirio, de la que dependerá la política de toda la región a corto y medio
plazo.
En primer lugar, Estados Unidos puede
estar alcanzando la independencia energética a través de la rápida
explotación del gas de esquito y de las arenas bituminosas , lo que
significaría el fin de la doctrina Carter, según la cual la necesidad de
garantizar el acceso al petróleo del Golfo era un imperativo de
seguridad nacional estadounidense. Y lo mismo sucede con el acuerdo de
1954 en el que Washington se comprometía a proteger a la dinastía
gobernante de Arabia Saudita a condición de que esta última garantizara
el acceso de Estados Unidos al petróleo de la Península Arábiga.
En segundo lugar, y quizás el factor más
importante, es que Asia y Pacífico, e incluso África, donde China ha
centrado su expansión económica durante los últimos años, han pasado a
ocupar el primer lugar en la agenda goestratégica de la OTAN, debiendo
Oriente Próximo pasar a un segundo plano necesariamente.
Y es por todo ello por lo que el
Pentágono considera que ha llegado el momento de decretar una retirada
masiva que permitiría trasladar las tropas estadounidenses hacia Extremo
Oriente, para contrarrestar allí la creciente influencia de China. Por
otro lado, hay que hacer el máximo esfuerzo para impedir una alianza
militar entre China y Rusia. Para ello es conveniente ofrecer a Rusia
algo que desvíe su atención del Extremo Oriente.
El conflicto de Mali y el posible e
inminente conflicto entre las dos Coreas, en que China y la OTAN se
agazapan detrás del escenario prebélico, avalarían esta teoría.
Nagham Salman es analista política especialista en asuntos de Oriente Próximo y comentarista de TV.
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Fuente: RT
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