por Silvia Melero Abascal
– 21rs – Acabé en el sótano de un aeropuerto. Si no lo hubiera vivido
en mis propias carnes, pensaría que es una peli de espías (mala).
Aeropuerto de Barajas. Madrid. Spain. Me dispongo a coger un vuelo para
viajar a Tel Aviv. No estoy sola, tengo compis de viaje que pasarán por
lo mismo. Lo aclaro por si parece un mal sueño o una historia paranoica
producto de mi imaginación. Y, además, es algo que les ha pasado a
muchos otros periodistas, activistas, cooperantes o viajeros.
Vuelvo a Barajas. Días antes, desde la
ONGD Sodepaz ya nos había aconsejado que no viajáramos con la compañía
aérea israelí El Al. Nos previnieron de las posibles preguntas en Tel
Aviv. No paséis en grupo, id de dos en dos. No digáis que vais a Palestina. Yo compré un vuelo con una compañía española, pero… ¡Sorpresa! Estaba operado por la israelí.
Ahora, sí. Estamos en Barajas. Me dirijo a
facturar. Vaya, antes de llegar a los mostradores hay un control de
seguridad israelí con varias personas que nos preguntan de uno en uno y
nos asignan atril e interrogador (si eres judío no). A mí me toca una
señora interrogadora. Le pregunto, extrañada, si pasa algo. Dice que no,
que es lo normal, que tengo que responder a unas preguntas por motivos
de seguridad. Salió la palabra mágica. Seguridad. Bajo el paraguas de la seguridad,
Israel puede hacer todo lo que quiera. Y tú te aguantas. Es por
seguridad que te hago un muro. Es por seguridad que te quito tu casa. Es
por seguridad que los colonos llevan armas. Es por seguridad que los
jóvenes israelíes que hacen el servicio militar salen de copas con un
fusil en la espalda. Seguridad.
Mantengo la calma, aunque me cabrea su tonito. Empieza la batería de preguntas. Unos 20 minutos. ¿Dónde vas? A Israel. ¿Por qué? Porque quiero conocer Tierra Santa (típica frase para no generar sospechas) ¿Has estado antes en Israel? No. ¿Cuál es el motivo de tu viaje? Turismo, y tengo muchas ganas de conocer Tierra Santa. ¿Viajas con la chica que estaba a tu lado? Sí. ¿Quién es? Mi amiga. ¿De qué conoces a tu amiga? ¿Qué
tipo de relación tenéis entre vosotras? ¿Desde cuando la conoces? ¿Qué
gente tenéis en común? ¿Qué itinerario vais a hacer? ¿Quién lo ha
preparado? ¿En qué trabaja tu amiga? ¿Dónde trabaja? Aquí meto la pata porque no me acuerdo de su empresa. ¿No
sabes dónde trabaja tu amiga? ¿Y tú a qué te dedicas? ¿En qué empresas
has trabajado? ¿Has viajado alguna vez a algún país árabe? ¿Tienes algún
amigo árabe? ¿Conoces a alguien en Palestina? ¿Tienes en tu móvil el
teléfono de algún palestino? Aquí ya se me tuerce el gesto.
Respondo con monosílabos y me noto menos simpática. La amable
interrogadora se encarga cada cierto tiempo de recordarme que a mi amiga le están haciendo las mismas preguntas y que luego pondrán en común la información para contrastar datos.
Son muy profesionales. Se lo toman muy en serio. Entonces te empiezas a
rayar, porque tú no estás cometiendo ningún delito, pero manejan muy
bien la psicología y consiguen inquietarte. Madre mía, a ver si voy a meter la pata. Sigue. ¿Qué llevas en tu equipaje? ¿Quién te ha hecho la maleta? Yo. ¿Estás segura? No. ¿Estabas sola mientras hacías la maleta? Rodeada de presencias y energías. ¿Dónde has hecho la maleta? En la tienda de abajo, que es de unos musulmanes. ¿Llevas explosivos o armas? Lo normal, poca cosa.
Éstas no fueron mis respuestas, evidentemente, sólo pensamientos. Ahora llega la amenaza: Habéis pasado este primer control pero ahora os van a acompañar a otras dependencias del aeropuerto para examinar una-por-una (recalca bien las sílabas) todas las cosas de vuestro equipaje.
Aquí ya se te encoge un poco el estómago. Te dan ganas de meterte en el
baño y destruir todos los documentos y papeles que demuestran que vas a
Palestina ¡Y encima a reunirte con organizaciones de activistas por los
derechos humanos! Estamos perdidas. Uno de la seguridad israelí nos
acompaña… ¡A los sótanos del aeropuerto! Cuando descendemos en un
ascensor y me veo allí, me vienen a la mente los testimonios de
inmigrantes que han sufrido abusos policiales en esas mismas
dependencias. Tal vez detrás de alguna de las puertas cerradas por las
que pasamos…
Llegamos a una sala con más miembros de
la seguridad israelí. Hay un guardia civil español a modo de observador.
Nos piden todas nuestras pertenencias y se las llevan para revisarlas.
Al pasar por el arco detector de metales, a una compi le pita el
sujetador y le ordenan pasar a otra sala para quitarse la ropa. Ahí el
guardia civil reacciona y se levanta para advertir que entra él también o
bien mínimo dos mujeres de seguridad. Yo no doy crédito a lo que nos
está sucediendo. Nos sentamos, pasan las horas. Me levanto y le pregunto
directamente al guardia civil si no hay un vacío legal en todo esto, si
no se está sobrepasando algún límite. Me han quitado todo mi
equipaje y lo están sacando sin que yo esté presente. Me han quitado mi
pasaporte desde que llegué al mostrador de facturación y llevo horas sin
mi documentación, me… El guardia civil se apresura a cortarme
antes de que siga. Me hace un gesto arqueando las cejas y susurra:
“Hazte la idea de que esto es un trozo del Estado de Israel en el
aeropuerto de Barajas. Si quieres viajar con ellos, esto-es-así”.
Me queda perfectamente claro. Vuelvo a mi
sitio. Cuando faltan 15 minutos para que salga el vuelo, nos recoge
otro de seguridad para ir a embarcar. Todos los pasajeros están ya
sentados, entramos cual delincuentes, nos devuelve el pasaporte en la
misma puerta del avión.
Y esto no es nada. A una compañera le
esperaría otro super interrogatorio, intimidatorio y lleno de amenazas
en Tel Aviv. Sola, encerrada en una sala. Hay gente a la que le han
borrado archivos del portátil, mirado teléfonos en el móvil,
explosionado su calzado. Sí, sí, es por seguridad. Te pueden tener horas
y horas esperando e incluso impedirte viajar.
Quiero subrayar que todo lo que he relatado sucedió en Madrid. Si son capaces de tratarnos así aquí, a europeos blanquitos
en su propio Estado, ¿qué no harán con los palestinos? La respuesta
llega de inmediato. En cuanto se pisa Cisjordania, la escenita de
Barajas pasa a ser una simple anécdota. Aunque no lo es tanto, dice
mucho de la prepotencia israelí y su mano todopoderosa para hacer cuanto
quiera con total impunidad. Al otro lado del Muro está la humillación
llevada al extremo, el maltrato a todo un pueblo sometido a la crueldad
de una ocupación militar. Pero ahora, al pasar la valla, nos reciben
otras caras, otros gestos, otras personas. Con amabilidad y
hospitalidad. Bienvenidos a Palestina.
Nuestro episodio en Barajas lo ha contado también mi compañero de viaje Carlos Pérez Cruz en su blog. El Al, compañía israelí de violación
¿En calidad de qué, con el permiso de quién, bajo qué concepto, debe
nadie contestar sobre su vida privada por “motivos de seguridad”? ¿Qué
derecho tiene El Al de interrogar en suelo extranjero cuando ni siquiera
se ha llegado todavía al mostrador de facturación? Y de ello ha escrito también Luisa Coque, que fue la que más sufrió For Security Reasons.
Fuente: 21rs. Esta boca es mía
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